Nunca ha de morir

Cuando tengas treinta años te va a gustar, me decía mi padre, que ya no está. Tuve un padre joven, un muchacho que en los `70 escuchaba rock progresivo. En casa sonaba esa música, y yo la escuchaba sin entender demasiado, a veces sintiendo rechazo por tanta distorsión. Esa es la prehistoria de mi gusto por el rock.
En 1984 entré a la secundaria, el rock argentino recibía raros peinados nuevos. Yo comenzaba mi adolescencia y la banda de sonido de esa época fue sin duda el rock. Mis compañeras casi todas escuchaban rock de acá, y a algunas las dejaban ir a los recitales, a los que yo no podía ir.
Nuevos sonidos, nuevas poéticas, comenzaban a sentirse. Yo me enamoré de Soda Stereo, todavía recuerdo la promo en la radio del primer disco. También recuerdo que no tenía buena prensa escuchar esa banda pasatista, blandita, demasiado pop. Pero a mi me gustaba y el tiempo me dió la razón.
Pero más allá de mi gusto por las nuevas bandas, Spinetta siempre estaba presente con sus músicas, sus poéticas. Confieso que no le daba tanta bolilla. Sabía que era el padre de todo lo que uno vivía y escuchaba. Pero estaba segura que siempre iba a estar,que iba a ver tiempo para escucharlo, entonces mejor dedicarse a las nuevas músicas.
Hasta que me paso algo. En 1993 Cerati sacó Amor Amarillo. Un disco genial. El día que compré el cassette iba a visitar a unos amigos que estaban grabando su primer demo en La escuelita. Mientras esperaba en el estudio, escuchaba el casette en el walkman. El disco venía bien, me gustaba las canciones, no puedo describir lo que sentí. Hasta que llegó Bajan. Y me conmocioné. Intuí, no sé como, que la canción no era de Cerati, era otra poética, diferente. Entonces busqué la caja del casette, saqué la tapa, y encontré la data de la canción: era de Spinetta.
El cantante de la banda que grababa era mayor que yo y había curtido la escena de los ´70. Entonces le pregunté si conocía la canción, y me dijo que sí, que estaba en un disco que se llamaba Artaud y me contó las historia de ese disco, de la grabación. Busque durante mucho tiempo el CD hasta que lo encontré. Entonces me acerqué al Flaco, y ya no me separé.
No tengo muchos discos, a mi me gustaba escucharlo en vivo. Si me apuran elijo a Pescado, Almedra y Los Socios del Desierto. El Flaco era un maestro. El Flaco te retaba en los recitales. El Flaco era un padre que enseñaba el camino.
El 4 de diciembre del 2009 desplegò su arte en una noche hermosa en el estadio de Velez. Una fiesta inolvidable. Fuimos con mi amiga Andrea. El Flaco empezò su recorrido musical. Miré el reloj, hacía dos horas que estaba tocando, y nada indicaba que se acercaba el final. Entonces pensé, no lo va a hacer. Y lo hizó, tocó cinco horas y media. Me di cuenta que vivía un momento histórico y tenía que recordarlo para poder contarlo. Contar que estuve, estuvimos, esa noche en Velez disfrutando a ese Ser enorme que se llama Luis Alberto Spinetta.
Yo ya había pasado los treinta, y recordé las palabras de mi padre: Cuando tengas treinta te va a gustar. Con frecuencia con mi hermano conversabamos sobre el Flaco, intercambiabamos impresiones. Y alguna vez le dije, cada vez me gusta más. Hoy la tristeza pero mañana es mejor.

Comentarios

Andrea Buscaldi dijo…
Andre, voy a ser cursi, no me importa. Pero sobre todo, voy a ser sincera y eso sí me importa. Acabo de leer tu cuento (me gusta más que la palabra homenaje, huele a naftalina), y todavía tengo piel de gallina. Tal vez... porque el flaco era de river.

Te mando love,

Andrea.

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